Tuesday, 2 March 2010

Enlazando un artículo de un radical de la izquierda verde

Hace años que decidí dejar de leer The Guardian. En mi cuarto de baño tengo enmarcada la última página del último número del periódico que se imprimió en formato broadsheet, antes de pasar a formato berliner (el formato de Le Monde). Era una página que lo único que dice es "The End" con las letras clásicas del título que se ven en la foto (via). Es del 9 de septiembre de 2005 y The End del antiguo formato me parecía una buena alegoría para el fin de mi perspectiva de izquierda. El hacerme más libertario y más amante del mercado todavía sería un proceso gradual a lo largo de los tres años siguientes viviendo en uno de los países más pobres del mundo (Malawi) y contrastando los éxitos del mercado con los fracasos del gasto público.




Bueno, que me enrollo. El caso es que uno de los máximos exponentes de lo que me pone de los nervios de The Guardian, el calentólogo y ecologista radical George Monbiot, tiene hoy un artículo de opinión que suscribo al 100%. El gobierno para el que trabajo ha anunciado las feed-in-tariffs, la compensación que se ha de pagar a todo aquel a quien le dé por instalar un panel solar (en este país tan gris) o un molinillo en el techo de su casa. Dos problemas obvios que menciona Monbiot:

1. Esta energía es SUPER cara. El sistema va a forzar a las empresas eléctricas a pagar hasta 44 peniques por kwh a estos personajes - 5 veces más de lo que le cuesta a un hogar su electricidad y 10 veces más de lo que le cuesta a una empresa eléctrica producir la electricidad.

2. Cada tonelada de CO2 que nos va a ahorrar el programa va a costar £430 libras, comparado con el precio actual de apenas £10 por tonelada.

Pero el mayor escándalo para Monbiot y para cualquiera que se preocupe por los más desfavorecidos en la sociedad (que por supuesto también nos incluye a muchos libertarios y amantes del mercado) es que los que se van a beneficiar de esto son familias de renta media-alta, para quienes este esquema supone ahora el mejor fondo de inversión que se pueda imaginar: un rendimiento del 7% en términos reales a 25 años avalado por el Gobierno. ¿Y quiénes lo pagan? Pues todos a través de nuestros recibos, pero obviamente los contribuyentes netos serán aquellos que no tienen el dinero para "invertir" o no son dueños de su vivienda. Es decir los más pobres.

Esto último lo mencioné en la reunión interna en la que los economistas debatimos la valoración de impacto del programa antes de que se le diera el visto bueno. Una economista de otro ministerio se escandalizó de que estuviese sugieriendo que el programa tenía un efecto redistributivo totalmente regresivo. Su respuesta a mi argumento fue: "pero si los ayuntamientos y las asociaciones de vivienda social son de los que más se van a beneficiar de esto - ¿cómo va a ser regresivo?" Total, como decir que como el gobierno va a gastar el dinero ayudando a los más desfavorecidos ningún impuesto es regresivo.

5 comments:

  1. ¿En qué quedamos? ¿Pagan las compañías o pagan los contribuyentes de abajo, es decir, los de siempre?

    ¡Menuda novedad!

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  2. Pagan las compañías en primera instancia, pero después lo recuperan de los hogares a través de la factura eléctrica.

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  3. La izquierda postmoderna mantiene una postura muy interesante. No lo dicen explícitamente pero en su imaginario inconsciente o preconsciente la riqueza es estable y no se puede crear ni destruir. Sin embargo, parece haber una enorme capacidad para crear dinero. ¿Aporía? Todo lo contrario. El dinero es la ilusión y la economía no es más que eso, realidad virtual. Ninguna relación con la riqueza. Esta concepción está de alguna sutil manera en muchas de sus medidas y actitudes.

    Basta que nos pongamos de buen humor para que los problemas económicos desaparezcan (esto lo arreglamos entre todos). Basta que se señalen los graves problemas de la economía española para convertirnos en antipatriotas: nos estamos cargando la confianza, es decir, el buen rollito que subyace en el espejismo económico. La riqueza ni se crea ni se destruye, se percibe.

    El rencor a los mercados; los especuladores nos atacan por el capricho de unos pocos sinvergüenzas que quieren hacerse de oro a costa de juegos psicológicos.

    La falta de pudor con el gasto; si el dinero no es más que ilusión, el gasto no tiene más consecuencia que proveer servicios y bienes a quienes lo necesitan. Si se entendiera que el dinero es un instrumento que permite el intercambio social de utilidad y que, por tanto está directamente relacionado con la riqueza, resultaría obvio, al menos, que cualquier gasto conlleva la disminución de la utilidad en algún otro ámbito y que, por tanto puede afectar al nivel de riqueza. Pero como eso no está del todo claro, el problema por los costes es secundario. Lo fundamental es la intención de la medida, lo secundario el coste. ¿La finalidad de la medida es positiva? No la paremos por su coste, eso es cosa de capitalistas, despistados o malvados. Todo muy coherente con la persistente querencia de la socialdemocracia a valorar las medidas y los actos por su intención más que por sus resultados (los valores de la derecha cotizan en la bolsa, los valores de la izquierda cotizan en el corazón).

    Por eso no importa cuál sea el sobreprecio a pagar para fomentar la energía solar y reducir las emisiones de CO2; es una medida progresista y beneficiosa para la naturaleza. Lo demás es secundario.

    Saludos.

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  4. Oiga, Concalma: buenísima esa frase "la riqueza ni se crea ni se destruye, se percibe". Es la pura verdad, hacen como que lo creen. Y se lo quieren hacer creer a sus votantes.

    Pero, por si acaso, sus hijos e hijas al colegio alemán.

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  5. Sinceremante para avanzar nos deberiamos, dejar de posicionamientos ideologicos, lo que esta bien esta bien venga de donde venga y lo que esta mal esta mal venga de donde venga.
    Soy pragmatico, seguro que si. Un ejemplo las soluciones marxistas no son viables, pero leer a marxistas como Hobswman, nos sirven para analizar mejor los fallos del sistema capitalista, que los tiene y muchos.

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